Hace 2 años y seis meses qué estoy haciendo el camino.
Para hacer el camino abandoné mis vestiduras ya usadas, pues en ese caminho ya no podría vestirles.
Abandoné mis creencias limitantes de que mis metas de vida deberían basarse única y exclusivamente en busca de estatus, éxito y dinero y que la realización era alcanzar la tan soñada estabilidad y reconocimiento. Y ya está.
Para iniciar ese camino fui presentada a mi arrogancia, aquella que yo nutría ante las personas como si solo yo era poseedora de un saber exclusivo y camino único.
En ese camino no hubo espacio para máscaras, créame, retirarlas hay sangrado y sangrado y sangró hasta la última gota.
Retirarlas me obligó a deconstruir los personajes que yo alimentaba y un personaje en el que me fundía, la máscara de psicóloga.
Esta máscara estaba tan “incrustada” que al retirarla, me vi frágil y expuesta. Vulnerable. Perdí los sentidos…
Caminar y mirarme apenas como me sentía, recorriendo por ese camino donde los peregrinos eran desconocidos. Donde yo era desconocida; el idioma era nuevo, la comida ya no era la misma y las llegadas inciertas.
Mi alma se sentía perdida.
Recorrer ese camino me enseñó profundamente que perderse forma parte de la vida y que el control, No.
Este camino me mostró que enfermarse profundamente cuando confundimos nuestras habilidades y funciones con lo que somos, es natural.
Que la depresión profunda es un intento del Ego sanarse cuando este se enferma por no aceptar el nuevo y sus limitaciones y resiste a través de la culpa.
Recorrer ese camino me obligó a topar bruscamente con mi omnipotencia y arrogantemente, sintiéndome Diosa, confusa, en los profundos y interminables dolores de ese camino hasta alimente la fantasía de finalizarlo, para ralentizar mi dolor.
Este camino ha sido y está siendo solitario.
En ese camino yo soy invisible.
Y ese mismo camino me mostró que no necesito ser vista para existir.
En ese camino descubrí el verdadero significado de la fe: ¡Seguridad absoluta!
Y tuve que admitir cuánto no la sentía.
La certeza absoluta de que “hasta los hilos de nuestros cabellos están contados” y de que independientemente de nuestra religión, es algo que no está en los libros, no está en el consuelo de las teorías y de ninguna manera en el control y en el conocimiento y mucho menos en el templo que frecuentamos.
¡Sentir la certeza absoluta es entregarse!
Entregarse al no saber sobre nosotros mismos y el mundo.
Entregarse a un camino interno, intenso y desconocido.
Entregarse a pesar de las incertidumbres, sentirse segura.
Y solo en la entrega es posible ejercer el Amor.
Este camino me hizo percibir que si realmente nos entregáramos a la fe, el miedo no nos quedaría atemorizándonos, las inseguridades no nos enfermarían y no estaríamos disputando la razón y seguramente las diferencias no nos amenazarían.
Cuando sentimos certeza absoluta despertamos la confianza interna, profunda e intensa en todo y en todos y principalmente en nuestro camino.
Cuando sentimos certeza absoluta, respetamos.
No, ese camino no fue creado por mí, pero solo yo puedo recorrerlo, me fue regalado con confianza de que yo sería capaz de hacerlo, construirlo y reconstruirlo tantas veces como fuera necesario
Este camino me mostró que estamos donde debemos estar, con las personas que debemos estar en relación con lo que conseguimos Ser, en cada momento.
Este camino, en ese momento, me regaló con la fe, la certeza absoluta de que todo el tiempo es mutable y, a pesar de eso, mis sentimientos permanecen estables y entonces me siento segura, como soy y donde estoy.
Es cuando mi confianza en el camino es restablecida.
El camino me enseñó que es de mi responsabilidad percibir mis sentimientos y toda mi historia que me trajo hasta aquí, así como comprender mi legado.
En esas andanzas y búsquedas el camino me mostró que yo necesitaba atravesar mi infierno de dudas, miedos, inseguridades y legados para realmente aprender a soltar, fluir y confiar.
Pero el camino también fue generoso, a cada historia y encuentro me fue llenando de afecto, intercambios y aprendizajes para continuar.
Mi camino está siendo solo sentir y Ser.
Y ese sentir es ampliado en el encuentro igualitario con el otro, en un ejercicio de aceptación y comprensión, sin máscaras.
¿Si hice el camino de Santiago?
Todavía estoy haciendo el camino y eso es solo lo que sé.
Arrodillarse a los pies de Santiago solo fue para agradecer, profundamente, pues cuando no conseguí más caminar, pedí que el camino me llevara.
Y él me trajo hasta aquí.
Ultreya es un saludo entre los peregrinos para crear un ambiente de incentivo y fuerza para continuar en el camino.
¡Ultreya peregrinos!
¡Confía!
Al final, somos todos, solo peregrinos de ese mundo.
Por Gizele Cordeiro,
una eterna peregrina por el Mundo, brasileña que vive en España, madre de Luiz, amante de la Vida y apasionada por la Psicología.